Guadalupe

 

Por Walter Turnbull (QDEP)

 

En México, algunas veces, en lugar de las lecturas del Tercer domingo de Adviento, que nos presentan a Cristo como el Mesías esperado, que traerá la redención, la Gloria, la alegría y la vida plena a lo que estaba muerto, y nos invitan a practicar la paciencia, tenemos la fiesta de la Virgen de Guadalupe. No pudo haber caído en mejor momento. Todo el Misterio de la Aparición de María en nuestra tierra parece como una historia alusiva al Nacimiento. De hecho algunos estudiosos afirman que la última aparición fue durante el solsticio de Invierno, muy cerca de nuestra celebración de la Navidad. Alguna vez oí decir en una homilía a Don Norberto Rivera (y aprovecho para ponerme de pie) que el acontecimiento de Guadalupe es como otro Belén, en donde Jesús se encarna por medio de María para llevar la vida plena al pueblo que se hallaba en tinieblas. «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.» (Lucas 1,78.79)

Por algún misterio que no alcanzamos a comprender pero que nos llena de asombro y de ternura, Dios quiere llegar a los hombres y hacerlo a través de una mujer. María lleva a su prima Santa Isabel, y al futuro Juan Bautista, la bendición de la presencia de Cristo. «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.» (Lucas 1, 43.44) Los Reyes Magos «entraron en la casa; vieron al Niño con María su madre y, postrándose, le adoraron.» (Mateo 2, 11)

E igual que a los judíos hace 2,000 años, Dios quiere llegar a nosotros por medio de María, para mostrarnos su cuidado por todos los hombres, su humildad, su amor maternal, su ternura, su belleza; para «darnos todo su amor y su mirada compasiva, porque en verdad es la Madre compasiva de todos los hombres en esta tierra. Y los que a ella clamen, los que la busquen, los que confíen en ella, les escuchará su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.» (Nican Mopohua)

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