Bienaventurados serán
Por Walter Turnbull (QDEP)
Por más que intento, no puedo recordar algún gran hombre o gran movimiento de Iglesia que no haya sufrido alguna vez ataques, calumnias, impedimentos... ya sea de parte de extraños o de propios. Los primeros son de esperarse, y hemos visto, por lo pronto en nuestro país, terribles demandas, acusaciones y atentados contra movimientos o prelados defensores de la vida. Los segundos, los venidos de dentro, son más desconcertantes, pero también ocurren. Recuerdo, por ser más conocidos, nada menos que a San Francisco, que tuvo que ir con el Papa para que le permitieran seguir con su comunidad; al Padre Pío, que sufrió —siempre con paciencia y respeto— el hostigamiento de un obispo que desconfiaba de sus dones: a la Madre Teresa, cuyo valiosísimo movimiento se tuvo que retrasar varios años antes de ser aprobado; al Padre Kentenich, fundador del movimiento de Schoenstatt, que permaneció varios años como proscrito; a San Patricio... Todos ellos teniendo que retrasar su obra o teniendo que capotear constantes hostilidades, muchas veces de alguna persona en especial. Cuenta la biografía de Santa Faustina Kowalska que la Santa Sede, por recibir información errónea, prohibió "la divulgación de imagines y escritos que propagan la devoción a La Misericordia Divina en la manera propuesta por Santa Faustina", y tuvo que venir 20 años después el cardenal Karol Wojtyla (poco después Juan Pablo II), con nueva información, a reivindicar y promover el movimiento.
A los enemigos de
todo lo cristiano que han levantado infundios contra instituciones respetables
y benéficas, habría que recomendarles revisar sus motivos y sus opciones antes
de tener que presentarse a rendir cuentas, y rezar por que lo hagan.
Sobre los que,
dentro de la Iglesia, le han puesto trabas a algún colega, habría que recordar
que la Iglesia, como depositaria de la Verdad y de la Salvación, siempre tiene
que irse con muchísimo tiento para no avalar cualquier manifestación que
pudiera ser deshonesta, ilusoria o simplemente sensacionalista. Habrá que
pedirle mucho a Dios porque su móvil —de los que ponen las trabas— no sea la
envidia ni la intriga, y recordar que Dios siempre prueba a sus santos para demostrar
la santidad de sus causas, y no es de extrañar que estas pruebas a veces tengan
que venir de sus propios hermanos.
A las almas
grandes que han llevado con sabiduría este tipo de contrariedades y han probado
su virtud, habrá que recordarles que «Bienaventurados serán cuando los
injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes
por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los
cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.»
Comentarios
Publicar un comentario