El Gato con Botas


Por Walter Turnbull

En el cuento del Gato con Botas, hay una parte en la que el gato desafía al ogro:  “Si quieres que creamos en tu poder, conviértete en un animal.”  El ogro rápidamente se convierte en un imponente león.  El gato entonces va más lejos: “Eso fue fácil:  el león es un animal de tu tamaño.  Si realmente quieres impresionarnos, conviértete en algo chiquito, digamos un ratón.”
 Este pasaje me recuerda el misterio de la Encarnación. 
 Dios nos impresiona con la inconmensurable creación y con todas las maravillas de la naturaleza;  apreciamos su fuerza en los huracanes y en los rayos, su belleza en los atardeceres y en las flores y en las formaciones de las cavernas, su grandeza en las montañas y en las distancias intergalácticas y su fineza en la perfección del cuerpo humano.

Resultado de imagen para el gato con botas y el ogro  Pero la más portentosa obra de Dios, la más extraordinaria demostración de su poder y de su grandeza, es cuando por amor a nosotros decide convertirse en la más indefensa de las criaturas: en un niño, y en un niño pobre, y ponerse en las manos de los hombres para más tarde morir por ellos. Es en esta generosidad desmedida y en esta humildad radical donde Dios nos manifiesta su superioridad. Las virtudes que el mundo desprecia como la humildad, la generosidad, la comprensión, la dulzura, el sacrificio… son las que en realidad elevan al hombre a niveles superiores, y le permiten una vida más feliz en la conformación de una comunidad de vida. Así pues, la humildad es, paradójicamente, la virtud que más puede enaltecer, porque es la que nos puede acercar a Dios, es virtud de las almas más grandes, y sólo la grandiosidad infinita de Dios pudo concebir ese nivel de humildad.
 Y por cierto, en el cuento del Gato con Botas, el ogro se convierte en ratón y el gato se come al ogro.  Justamente como finalmente Dios se convierte en alimento y nosotros podemos comernos a Dios.

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