Aprovechar el Adviento, aprovechar la vida.


Aprovechar el Adviento, aprovechar la vida.

Por Walter Turnbull (Descanse en paz)

La vida no tiene otro sentido que prepararnos para la re-unión con Dios. Dios tiene planes maravillosos para nosotros, y nuestro único objetivo debería ser colaborar en el cumplimiento de esos planes. Y sin embargo, tristemente, muchos momentos —y muchas vidas— se pierden en frivolidades, en espejismos, en indolencias.
En Adviento y Navidad recordamos y celebramos la venida de Dios a nosotros, que se da en tres etapas: En su Encarnación y Nacimiento, que debería llenar nuestros corazones de alegría; en su Segunda Venida, cuando ha de venir a erradicar el mal y a juzgar a vivos y muertos, que debería llenar nuestros corazones de esperanza; y en su presencia de cada día —que viene a nosotros para que nos unamos a Él y lo hagamos llegar al mundo—, que deberíamos aprovechar con diligencia. El Adviento y la Navidad son para recordarnos estos gozosos misterios, y que los hagamos reflejarse en nuestra vida.

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El Adviento, igual que la vida, se nos puede ir en frivolidades, pachangas, apuraciones, indolencias, falsas realizaciones...   o lo podemos aprovechar para ejercitarnos en la práctica de hacer de nuestra vida un recibir a Dios.
El ejercicio no es nada del otro mundo. O mejor dicho, sí son cosas del otro mundo, pero accesibles a cualquiera. Se trata de los consejos de siempre: hacer más oración, ensayar algún sacrificio, frecuentar más los sacramentos, practicar más la caridad con el necesitado y la amabilidad en el trato diario, propósitos de enmienda, y ¿por qué no? participar en las tradicionales prácticas de la temporada (nacimiento, árbol, adornos, cena en familia, intercambio de regalos, posadas, convivencias, conciertos, pastorelas, pláticas...) sin olvidar nunca su verdadero sentido: recordar la venida de Dios a nosotros, festejarlo con agradecimiento y disponernos a hacerlo vida.
 No dejen de desear paz, esperanza y bien cada nuevo día de adviento. No dejen de desear cosas bellas cuando están en familia y con amigos; pero ojo. Pónganlas en práctica. ¿Quieren vivir el adviento? Tengan paciencia  con quien la necesita, ayuden a su esposa con algo en la casa, denle un beso a sus hijos cuando se vayan y cuando regresen, recen un poco antes de dormir, invítale algo aun niño de la calle; y cuando le des limosna a un anciano, a un niño, a una persona allá afuera, míralos a los ojos y sonríeles. Ve a casa y ama a tu familia; perdona a quienes te fallaron, incluso si ellos no te piden disculpas. Sólo son algunas ideas. ¡Vaya! que yo debo ser el primero en practicarlas, porque decirlas es más fácil que hacerlas.
Y como última reflexión. El mundo tiende a adormecernos con tentaciones, con preocupaciones, con vanidades... Cristo nos apremia a que su venida a nosotros no nos encuentre —ni la pasemos— dormidos.

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